Caña de abeto, seto la mordaza,
desanda veloz lo separado,
raspa primaveral y cóncava.
La carpeta alberga la garra
enjalbegada con gruesos fríos
que el súcubo dictó del hierro.
El aljibe va tras el alambre.
(En su interior, reflejados,
ojo y rasgueo de cítara discreta
que ameniza, en su simulacro, la madera.)
Para el andador, trajo cotizados
atanores de libros en venta
de la vieja librería al paso,
pasas en conserva y aguadas.
(Todo metal es un silencio
dispuesto a abrir escenas y damascos
que los pelos no interrumpen en su lucha.)
Luego, por un tiempo indefinido,
flota en el ambiente, medusa,
el rostro actuante que reúne
en su actitud un mueble y su centauro.
(Detrás de la cigarra vuela
el atardecido cinamomo
que columpia en sus pájaros un hurto
de letras no categorizables.)
Se asesina al estante. Comadrean,
de a ratos se separan y se insultan,
y luego adolecen. (Un insecto.)
Por último, finaliza el olmo
en desleídos labios que agreden
en el memorizar del tiempo
y recogen, entre sus laderas,
la destitución de la temporada.
(Hay cestos que guardan comida.)
Córdoba, 15 de agosto de 1994.
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