Porque no puede resaltar el modo
de encender un árbol a distancia,
es que toma la visión del edificio
como una norma para su cigarro.
Exhala el tiempo que no tuvo muescas
para llegar al diminuto insecto
que va a sobrevolar su rostro.
Y la confusión, signo del ave,
permite el regateo, la cisterna
de palabras que nacen en un soplo
que el alcohol meditó en su cinta.
El atravesado estómago es un cerco
que no tiene revés de trama,
ni su moneda un espejo armado
--plato o marca que fisure lilas--:
en su detención, la pasarela;
en su fugacidad, el cuadro.
Córdoba, 14 de agosto de 1994.
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