Vale el fuego, su muesca tasa,
desordena el capitel, coristas
que a la hora del baño encienden
la trepanación o sacos
de odio que desdicen fechas.
Adocenado, dormido, huero,
intenta recubrir poros, surco
porque la partitura indica
intentar una salida oblicua,
algo así como el fermento magro
para el queso y sus artificios.
El grupo se reúne, erige,
y el alba es la sustancia muerta
que se desboca o cruza
la calzada en zancos de azufre. Muelle,
liviano, torpe,
salta como el eunuco que quiere riscos,
y de su mano una verja ardiente
succiona los restos del crucifijo y muebles.
El motor sigue zumbando, el lápiz,
partido por la mitad, desciende
hacia la flota de gorrión, estacionado
en la colcha que comparte. ¿Siguen
los buitres la lección tardía?
El elemento complace a la partera,
del acuerdo retoñarán las ancas;
porque el tintero es frágil
y las aldabas se ofrecen en racimos.
Materia descartable, tarda la balanza,
busca la lógica para alancear el cuello.
Córdoba, 28 de setiembre de 1994.