martes, 26 de abril de 2016

"No digo negro. (Es la transpiración forzada...)"


No digo negro. (Es la transpiración forzada, 
no banana seca, lo que toma 
del color su contextura o raza.) La visión 
de los álamos ennegrecidos fue lo que alteraría 
al canciller en su carroza de otoño 
--visitaba las singladuras portuarias, 
y hay un bosquecillo cerca de ellas, retoño 
que no atardece si no es con el fuego--. 
De inmediato el canciller saltó de la carroza, 
tomó un edicto, lo tradujo al árabe 
y ejecutó, así, lo que consideraba necesario, es decir, 
la imposición de la pluma al árbol, arnés de nieve. 
Más tarde, en otras épocas o tronos, 
los álamos siguieron pronunciando la liaison obligatoria, 
porque la educación es un remilgo de viejos; 
los álamos, su copa rellena 
de paños costosos que no desprecian la tintura 
y texturas adormecidas o bravas, 
hijas de la melancolía y el retorno. No digo negro, 
pero la coloración demostraba que aún entonces, 
cuando el canciller descendió de la carroza o diente 
--muerde el árbol, no concede albúminas--, 
aún entonces había cestos que albergaban frutas 
al pie del bosque o bosquecillo tierno. (No condice 
la imagen presentada con lo que sucedió en Historia: 
el canciller desfalleció de prisa 
y los monos bailaron la danza de los baúles verdes, 
porque la alegría se vierte en movimientos 
o estados.) 

Córdoba, 20 de agosto de 1994.

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