(Sillas de cuero --requesón o mano--,
desciende por la escalera. Sitio
de oscura luz.) Arde la antorcha
que te guía abajo. (La madera
la toca a ratos.) No podés asegurarte
de que sea un pasadizo, una salida,
un paso ciego que te lleve afuera.
Avanzás como un diluvio y su cortejo
--es decir, llover, llover--. Afuera,
ése es tu deseo, tu prisa, tu alma.
(Afuera, la arena interminable
en su forma: relieves, dunas.)
Vos seguís abajo.
Córdoba, 17 de agosto de 1994.
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